Última entrevista en Radio Ibi correspondiente al 10 de ABRIL del año 2015

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jueves, 18 de abril de 2013

Perder la perspectiva


El otro día leía la noticia de que para la próxima semifinal de la champions league, tanto en el caso del Real Madrid contra el Borussia Dortmund como en el caso del Barça contra el Bayern Múnich, el precio de las entradas que cobrarán para ver el partido en los estadios de los equipos alemanes, es prácticamente la mitad que en España. Esto que parece una noticia sobre fútbol o deporte profesional, va mucho más allá, ya veréis.

En el Allianz Arena se encontrarán entradas desde los 40 euros y llegando al máximo de 150 euros, mientras que el Signal Iduna park el aficionado podrá entrar con 45 euros, y hasta los 170 el precio más elevado. Por su parte, los equipos españoles doblan prácticamente los precios manejados por los bávaros, puesto que el Camp Nou oscilan los precios iniciando desde los 91 euros y hasta los 359. El Santiago Bernabéu tiene un precio relativamente más económico que el Camp Nou, iniciando con 70 euros y rondando hasta casi los 325 euros la zona más cara.

Demasiados analistas, pseudoanalistas, tertulianos, opinadores -a sueldo y sin él- y prestigiosos economistas hay ya analizando las causas por las encontramos ante una situación de crisis y destrucción de empleo como no se había visto en décadas. A la vista está que las previsiones de hoy ya no valen para mañana y que ni la dirección económica de la unión europea ni el propio fondo monetario internacional aciertan ni una. No digamos ya nuestro gobierno. Así que yo lo que me limito, ante un dato tan sencillo y de dominio público como es el precio de unas entradas para ver las semifinales de la Champions league, cómo está el patio.

El PIB de Alemania en el 2012 fue de dos BILLONES y medio de euros largos. El PIB de España fue, en ese mismo año de un billón. La renta per capita de los españoles está en unos 30.000 dólares aproximadamente. La de los alemanes en cerca de 39.000. Siendo lo anterior meros datos macroeconómicos, porque habrá algunos que dirán que el endeudamiento de los alemanes supera el doble que el de España, o que con 30.000 dólares en España se vive mejor que con 38.000 en Alemania, lo que es incuestionable es que carece de total justificación que en un país ostensiblemente más rico y con mayor poder adquisitivo que España, acceder a un mismo espectáculo de una misma competición cueste el doble. Máxime, cuando en España los clubes de fútbol son unos de los mayores morosos con la hacienda pública y, por tanto, con todos los españoles. Por no entrar en la paradoja de que, siendo para los clubes de fútbol los ingresos por entradas menos del 10% de sus recursos ordinarios, persistan en cobrar las entradas a precios prohibitivos, aún viendo domingo tras domingo el 80% de los estadios con menos de media entrada. Sin embargo, la premier league inglesa o la bundesliga alemana, son una espectáculo de campos llenos donde pueden acudir de cuando en cuando familias enteras a ver un partido.

Tomando como referencia un ejemplo del deporte profesional que puede servirnos(o no), lo anterior simplemente constata, en mi humilde opinión, cómo en nuestro país nos hemos creído los reyes del mambo. Los navajazos virtuales que se producen al comprar una entrada de fútbol, son el último eslabón de una cadena donde aquí todo el mundo se ha creído con el derecho al navajeo al consumidor. En su día lo decía yo de los mal llamados "mercados medievales", donde lo único que no era medieval eran los precios. Tomar una caña, un café o reservar una noche de hotel en algunas capitales españolas , supone recibir un auténtico estacazo. Luego algunos se quejan de que la gente no sale o no consume. Con todos los matices, todas las perspectivas y el muestrario de casos diferentes que podríamos plantear, desde que el euro entró en vigor, hay determinados sectores del consumo que han incrementado sus precios en un 150%. La burbuja inmobiliaria quizás ha sido el ejemplo más extremo, pero hay muchos otros sectores donde pensaban que con el crédito infinito, estábamos dispuestos a pagar todo a cualquier precio. Cuando todo el mundo tenía trabajo no se dieron cuenta ni por aludidos. Ahora que nadie se extrañe de la pléyade de comercios cerrados, bares que se traspasan o gente que no sale. Como dijo Juan Roig, dueño de Mercadona "la fiesta se acabó".

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